Francia venció a Bélgica y disputá la final del mundial
Umtiti, su cabezazo decidió un partido igualado. Partidazo sin premio de Hazard y momentos estelares de Griezmann y Mbappé. Bélgica peleó hasta el final.
En una semifinal resuelta al sprint, un cabezazo de Umtiti separó a Francia de Bélgica. En la balanza pesó más la solidez de la selección de Deschamps, que aguantó los tornillazos de Hazard, e hizo fortuna después con su ventaja. El belga del Chelsea sale de este Mundial sin el premio mayor pero con un cartel extraordinario.
Conforme ha avanzado el torneo se ha ido convirtiendo en un trueno.
Intentará consolarse el sábado, porque el domingo está reservado para la
tercera final de Francia en un Mundial. La Francia de Griezmann, Mbappé y los decatletas que les acompañan.
Fue lo que se esperaba, un partido estupendo, regado con fútbol champán, entre dos equipos adiestrados para el espacio pero buenos también en el juego posicional que llegaron hasta aquí por un lado del cuadro donde abundaba la fauna salvaje. Y con un duende suelto, Eden Hazard, prodigio del quiebro y del dominio de la escena en medio de aquella fabulosa colección de afrocentrocampistas. A Zidane no le engañó el ojo cuando lo recomendó, sin éxito, en el Madrid.
A la baja de Meunier respondió Roberto Martínez con una estudiada asimetría: tres zagueros al atacar y cuatro para defender, con toda la banda derecha asignada a Chadli, Witsel y Dembelé como primera frontera y Fellaini, un futbolista al que sin ser su entrenador cuesta encontrar virtudes, por delante. Enfrente, una Francia convencional, con todo el cubicaje en sus tres centrocampistas, Mbappé y Griezmann zascandileando entre líneas y Giroud en punta. Es costumbre muy francesa no exigirle goles a su goleador. De ello vive Benzema y en las mismas anda Giroud, que con su gran juego de espaldas viene a ser la tinta del calamar: él distrae y Mbappé y Griezmann escapan.
A Francia le fue bien descolgar a Griezmann y a Mbappé, que espera que le llegue la regularidad según se le marche la adolescencia, aunque fue claramente a mejor durante el partido hasta acabar como el jugador de más autoridad en el pleito. Bélgica apenas encontró a De Bruyne, uno de sus brazos armados, pero empujó con sus centrocampistas.
Y en pleno equilibrio marcó Umtiti, en un cabezazo al primer palo en centro de Griezmann mal defendido por Fellaini. El tanto le dio a Francia la ventaja y el espacio, nutriente de su juego. Roberto Martínez maniobró de inmediato. Quitó a Dembelé, retrasó a De Bruyne y metió a Mertens, otro cargado de pólvora. Como aquello no resultó, quiso ganar el otro flanco con Carrasco frente a la cara B de Francia: un equipo con espinazo robusto y esfuerzo solidario en la protección de Lloris, empezando por Griezmann. El meta salvó un trallazo lejano de Witsel, último coletazo de una gran Bélgica, a la que quizá se le haya ido un momento irrepetible. Anduvo cerca, pero en solvencia sacó mejor nota Francia.
Fue lo que se esperaba, un partido estupendo, regado con fútbol champán, entre dos equipos adiestrados para el espacio pero buenos también en el juego posicional que llegaron hasta aquí por un lado del cuadro donde abundaba la fauna salvaje. Y con un duende suelto, Eden Hazard, prodigio del quiebro y del dominio de la escena en medio de aquella fabulosa colección de afrocentrocampistas. A Zidane no le engañó el ojo cuando lo recomendó, sin éxito, en el Madrid.
A la baja de Meunier respondió Roberto Martínez con una estudiada asimetría: tres zagueros al atacar y cuatro para defender, con toda la banda derecha asignada a Chadli, Witsel y Dembelé como primera frontera y Fellaini, un futbolista al que sin ser su entrenador cuesta encontrar virtudes, por delante. Enfrente, una Francia convencional, con todo el cubicaje en sus tres centrocampistas, Mbappé y Griezmann zascandileando entre líneas y Giroud en punta. Es costumbre muy francesa no exigirle goles a su goleador. De ello vive Benzema y en las mismas anda Giroud, que con su gran juego de espaldas viene a ser la tinta del calamar: él distrae y Mbappé y Griezmann escapan.
Lloris y Courtois
El partido fue y vino. A ratos se impuso el motor de Kanté y Pogba, a ratos la labor de encaje de Hazard en la izquierda. Pero casi todo, de lo uno y de lo otro, acabó en el área. Hubo ajedrez y tiroteo casi a partes iguales. Y dos porteros enormes. Lloris sacó una gran media vuelta del Alderweireld tras un córner y rozando el descanso Courtois se encomendó a su pie derecho en un mano a mano con Pavard, al que Mbappé había dejado a las puertas del paraíso.A Francia le fue bien descolgar a Griezmann y a Mbappé, que espera que le llegue la regularidad según se le marche la adolescencia, aunque fue claramente a mejor durante el partido hasta acabar como el jugador de más autoridad en el pleito. Bélgica apenas encontró a De Bruyne, uno de sus brazos armados, pero empujó con sus centrocampistas.
Y en pleno equilibrio marcó Umtiti, en un cabezazo al primer palo en centro de Griezmann mal defendido por Fellaini. El tanto le dio a Francia la ventaja y el espacio, nutriente de su juego. Roberto Martínez maniobró de inmediato. Quitó a Dembelé, retrasó a De Bruyne y metió a Mertens, otro cargado de pólvora. Como aquello no resultó, quiso ganar el otro flanco con Carrasco frente a la cara B de Francia: un equipo con espinazo robusto y esfuerzo solidario en la protección de Lloris, empezando por Griezmann. El meta salvó un trallazo lejano de Witsel, último coletazo de una gran Bélgica, a la que quizá se le haya ido un momento irrepetible. Anduvo cerca, pero en solvencia sacó mejor nota Francia.
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